domingo, 12 de septiembre de 2010

Samuel y Yo - 6º parte. Dios sigue llamando insistentemente

“Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Beršeba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh. Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh. Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh.”


Dos dinamismos siguen en marcha: el primero, que Yahveh continuó manifestándose; el segundo, que los hijos de Elí persistían en su mala conducta. Sin duda no es fácil sostenerse en este llamado, pero el relator nos aclara que Yahveh estaba con Samuel, y no dejó caer ninguna de sus palabras. También nos dice que se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh y que la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Es decir, ¿qué hubiera sido de Israel si este niño, que crecía, y se convertiría en hombre, no seguía en diálogo permanente con la palabra de Yahveh y estaba atento a sus indicaciones?

Cuando el lector del Antiguo Testamento, se encuentra con este relato de vocación, ya sea en la antigüedad, ya sea hoy, no puede dejar de ver que estas dos dinámicas se repiten a lo largo de la historia: Dios sigue llamando insistentemente entre nosotros, en la intimidad, proponiendo un diálogo, comprometiendo su asistencia, hombres y mujeres “para realizar una misión.” que refiera a los hombre a Dios; a la vez que se perpetúa el actuar de aquellos que se buscan a sí mismo y lo hacen en nombre de Dios, haciendo mucho daño a su alrededor.

Conclusión


Hacer este trabajo me dejó inquieto. La conclusión no resultó tan grata. Hacia el final del texto elegido me encontré con que estaba diciendo muchas más cosas de las que en un principio pensé iba a decir. Y me quedó a lo largo de varios días la pregunta de si fue encontrarme con la palabra de Dios la que me llevó a esto o se trata más bien de una necesidad de expresar los propios sentimientos.

Ciertamente que la palabra de Yahveh sea rara en nuestros tiempos va generando un vacío en la propia vida, en las estructuras, en las instituciones nacidas inspiradas en ella. Pero gracias a Dios, y a su insistencia seguimos siendo merecedores de "pequeños Samueles " (permítaseme la expresión), que crecen en medio nuestro y nos hacen presente la palabra de Dios.

año 2006

Samuel y Yo - 5º parte. ¡En qué lío se metió Samuel!

“Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «¡Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha!» Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. Ese día cumpliré contra Elí todo cuanto he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Tu le anunciarás que yo condeno su casa para siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha corregido. Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.



Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yaveh. Samuel temía contar la visión a Elí, pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; el respondió: «Aquí estoy.» El preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho?¡no me ocultes nada! Que Dios te haga esto y añada esto otro si me ocultas una palabra de lo que te ha dicho.» Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «Él es Yaveh. que haga lo que bien le parezca.»”



En mi adolescencia siempre concluía la lectura en el versículo 10 “Habla, que tu siervo escucha”, y paradójicamente no escuchaba lo que seguía: al niño Samuel le toca anunciar algo terrible, la condena a la casa de Elí, de quien está a su cargo. El relato nos dice que Samuel “temió” contar lo escuchado, y no es para menos. Los hijos de Elí estaban haciendo las cosas desastrosamente mal. Evidentemente el encuentro con Dios nos revela cosas que deben cambiar. Por eso sólo estar unido a su palabra es lo que nos resguarda de ser como los hijos de Elí, que “eran unos malvados que no conocían a Yahveh” y tampoco escuchaban la voz de su padre. Pero hoy ¿cuándo nos convertimos en los hijos de Elí? ¿Cuáles de mis/ nuestras actitudes nos llevan a vernos reflejados en ellos? Desde la vida religiosa la pérdida de Dios y la conciencia de la misión a la que hemos sido llamados es la principal causa. Sin relación dialogal con Dios, se pierde el sentido profundo de la vocación, la consagración y la misión. Estos personajes se parecen a esos profetas pagos que piensan sólo en ellos y anuncian lo que les conviene y se arreglan con quien les favorece. Hoy los jóvenes hijos de Elí son quienes perdiendo su relación con Dios, siguen a cargo de sus cosas y creen interpretarlo, y conocer lo que Él piensa. Son los que arrancan la ofrenda de las manos a quien sinceramente ofrece a Dios. Es entendible el temor de Samuel: ¿Cómo decirle hoy a estos jóvenes hijos de Elí el daño que hacen a la Iglesia, las congregaciones religiosas, las comunidades inspectoriales y locales? Cómo decirlo cuando a la vez nos une el ser hermanos . ¿Cómo desenmascararle a Elí su propio fracaso? Nosotros que nos consagramos al servicio de los jóvenes más pobres y abandonados, que por ende queremos la vida para ellos, somos muchas veces especialistas en cortar procesos, en destruir jóvenes (jóvenes salesianos y pibes de nuestras obras). Así, de esta manera, la casa de Elí se verá en ruinas. Y ya “ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.” ¿Qué proyecto de redimensión suple reencontrarse con la palabra de Yahveh?

Pero ahí está Samuel, ya no tiene vuelta atrás. Ahora es amenazado por el mismo Elí a decir lo que Dios le confió. Y utiliza el nombre de Dios para presionar al niño. ¡En qué lío se metió Samuel!
año 2006

jueves, 9 de septiembre de 2010

Samuel Y Yo - 4º parte. «Aquí estoy, porque me has llamado.»

“Y corrió donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Pero Elí le contestó: «Yo no te he llamado; vuélvete a acostar,» Él se fue y se acostó. Volvió a llamar Yahveh: «¡Samuel!» Se levantó Samuel y fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar.» Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh. Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio.”



De esta parte del relato se desprenden las siguientes apreciaciones acerca de los distintos personajes. Evidentemente Dios quiere comunicar algo a Samuel y no cesará de intentar ser escuchado atentamente por él. De Samuel, nos queda una imagen siempre intacta de quien más allá de ser llamado reiterada e insistentemente responde con la misma prontitud cada vez. De Elí, que a pesar de demorarse en comprender “da luz sobre lo que ocurre” y sugiere una respuesta adecuada.

El autor nos propone un juego, y nos invita a participar activamente del relato, generándonos un movimiento: a decir nosotros mismos las palabras de Elí. ¿No te dás cuenta Samuel que es Dios el que te habla? Y una vez más, como siempre, percibimos más fácil que Dios tiene que decirle algo a los otros y con dificultad lo que a nosotros nos quiere decir.

En cuanto a la figura de Elí, parece poco atento a lo que sucede, muy centrado en su querer descansar “...vuélvete a acostar”. Ya anteriormente el autor nos lo había presentado “distraído”, equivocando lo que veía frente a sus ojos, “confundiendo” el dolor de Ana, la madre de Samuel, con ebriedad. Este detalle de Elí me hace pensar en el enfriamiento del propio corazón y la falta de reflejo ante lo que Dios va suscitando cerca nuestro: en lo personal, es como haberme acomodado a mirar las cosas de una determinada manera y ver “ebriedad” (atribuir culpa, responsabilidad) en el “dolor” de la gente. Y también como Elí, siento un no poder percibir, entender, porque no estoy en la misma sintonía, la manifestación de Dios a los jóvenes llamados por él. Y si lo hago, pienso tanto en la “crisis” y los problemas inherentes a nuestra vida que callo la propuesta. ¿No será que como Elí mis ojos se van debilitando y ya no puedo ver (v.2)? La altura de la noche que transitamos hace su efecto.

Pero volvamos a Samuel. Dada su atención que le permite oír, y su constancia a acudir con prontitud a cada llamada; y dada la insistencia de Dios, es que finalmente se presentan las condiciones para que se dé el encuentro. No descartamos la mediación de Elí, pues aún con las limitaciones que presentamos en él, supo orientar al niño. Es este un pedagógico y progresivo encuentro con la “revelación” de la palabra de Yahveh. Encuentro y elección que se está gestando desde la misma concepción de Samuel, incluso antes en la súplica de su madre. Leyendo mi propio llamado vocacional también puedo decir cómo Dios se ha ido revelando progresivamente, como al niño Samuel, como al pueblo errante en el desierto hacia el Sinaí, preparando un “encuentro” que selle una Alianza.
año 2006

Samuel Y Yo - 3º parte. Dios llama.

“Cierto día, estaba Elí acostado en su habitación – sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver- no estaba aún apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el santuario de Yahveh, donde se encuentra el arca de Dios. Llamó Yahveh: «¡Samuel, Samuel!» El respondió: «¡Aquí estoy!»,”


No aparece en lo vertiginoso del día, ni en una función litúrgica, tampoco se trata de un sueño o una visión, nos aclara la nota de la Biblia de Jerusalén (Nota al capitulo 3: “Primera revelación que consagra a Samuel como profeta, v 20. no se trata de un sueño, ya que la voz despierta a Samuel, ni de una «visión» más que en un sentido amplio, porque Samuel no ve a Yahveh, únicamente lo oye.”).  Dios llama. El contexto de esta llamada es la intimidad del lecho, imagen que el mismo Jesús destaca y que en muchos salmos recitamos. El autor del relato quiso identificar el mismo con el “santuario”.

También es “la noche” (“Samuel siguió acostado hasta la mañana...”), la misma “noche” que encontró a María Magdalena camino al sepulcro de un Jesús Resucitado, o a los discípulos de Emaús acompañados por un “forastero” que les hablaba.

¿Pero cómo reconocer su voz si antes nunca le había sido revelada la palabra del Señor? Samuel responde «¡Aquí estoy!» pero no es Elí quien lo llama. ¿Cómo reconocer la voz de Dios sin quien nos oriente a descubrir que lo que sentimos en la intimidad de nuestro lecho, en la “oscuridad” de nuestra vida, ayer mi adolescencia, hoy mi juventud, es precisamente la voz de Dios? En el lecho confluye la vida: las preocupaciones cotidianas, los sueños, los desvelos, los temores y angustias, los deseos, las alegrías. ¿Cómo reconocer precisamente allí la voz de Yahveh? Cuando en nuestra vida la noche parece cobrar mayor oscuridad, ¿tendremos a quienes nos hagan reconocer la voz de Dios que nos llama?
año 2006

Samuel Y Yo - 2º parte. En aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh

“Servía el niño Samuel a Yahveh a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh, y no eran corrientes las visiones”

Así comienza el relato: con un niño. Pocas veces como ahora reparé en este detalle. ¡Se trataba de un niño! Sin embargo, será el que reciba de Dios el encargo de anunciar cosas difíciles (Samuel temía contar la visón a Elí). ¡Era un niño!
Cuando veo mi historia vocacional veo que también yo era un niño, tal vez tomado en un sentido de inocencia e ingenuidad: no sabía de grandes dolores, de frustraciones, de tramas desconocidas que la historia venía remontando. Un niño en su capacidad de soñar y creer en lo imposible. Desde su punto de vista (abajo) no percibiría lo que más tarde sí.
Pero este sentirse niño no es algo privativo del pasado, hoy también la lectura de este encuentro me hace ver en mi condición de niño, no tan “inocente y soñador” como aquel otro, pero sí atemorizado, empequeñecido, con necesidad de un padre que lo cobije.


“En aquel tiempo”...que no es más que este, o aquel otro, ayer, hoy y también mañana ...“era rara la palabra de Yahveh”. Tenía muchísimas nociones de catecismo, de sermones de misas y buenos días y buenas tardes de la escuela. Sabía de curas y monjas, de ayudar misa y los detalles para que sea válida. Sabía de ser bueno y su merecida recompensa y de la culpa por no serlo y “hacer las cosas mal (¿?)”. De documentos de la Iglesia a montones y del famoso y “nuevo” catecismo... “era rara la palabra de Yahveh”.
Hoy rondan circulares, aguinaldos, documentos, ratio fundamentalis, directorios. Se habla de los lineamientos de la Iglesia, de la nueva orientación..., de los juegos de poder. Se lamenta la falta de vocaciones, se estudia (¿?) la salida de hermanos de la vida religiosa, se diseñan reestructuraciones, redimensiones, se hacen planes para la formación y no sé por qué, pero me resuena fuertemente en todo esto ...“era rara la palabra de Yahveh”. ¿Cómo escapar de este silenciamiento de la palabra de Dios? Con tantos “amplificadores” de su palabra, estamos necesitando un unplugged que nos permita escucharla mejor.
año 2006

Samuel Y Yo - 1º parte

Fragmentos de un trabajo de Antiguo Testamento

Cuando en la lectura discipular uno va percibiendo cómo cada parte de la Biblia no es más que parte de su misma vida, no puede pasar indiferente o por alto sus páginas, salvo que un frío hostigador desencanto haya herido de muerte la propia fe. Por eso, en tiempos de “vientos fríos” que recuerdan el caos, la confusión y oscuridad del génesis, me es preciso remontarme al momento vital en que Dios dijo: “haya luz”, e hizo en nosotros una nueva creación.


Quiero referirme a los relatos de vocación del antiguo testamento, especialmente al  llamado a Samuel.


SAMUEL Y YO


Elegí el texto de Samuel, o más bien él salió a mi encuentro, a partir de un vínculo afectivo que me une a él desde mi adolescencia. La diferencia con aquella lectura que hacía en mis 15 años es que no reparaba ni en el antes ni en el después de aquella perícopa del 3, 1-10 del primer libro de Samuel: "Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha.»". ¿Qué había sido de este personaje?, ¿en el medio de vaya a saber qué situaciones se fue a encontrar? Pero igual, ya entonces me sentía como el “niño” Samuel diciéndole a Dios: “Habla que tu siervo escucha”.

Hoy pasados unos años, y adentrado en un camino de vida religiosa vuelvo a este texto y su contexto y sus palabras me resuenan de otra manera. Por eso a continuación voy a “releer” y “rezar” este texto dejando concurrir pasado, presente y futuro, dejándolos pasar cuando quieran.
año 2006

martes, 31 de agosto de 2010

Es este acompañar lo que me hace feliz.

Nada de lo que vivo no lo siento, pero es verdad que mi vida está poblada de fuertes momentos, intensos, que les ha tocado vivir a otros, y allí estoy como testigo, compañero, amigo. Se trata de momentos felices y de grandes sufrimientos también. Y allí estoy. Y siento esa felicidad como propia y ese dolor como propio, pero sé que no soy yo quien los vive en modo directo. ¿Y mi felicidad? ¿Y mi sufrimiento? ¿Es que es más fácil ubicarse allí al costado de la escena que protagonizar la propia? ¿Es que me cuesta distinguir qué es lo mio, propio, lo que verdaderamente me hace reir y llorar?
Con el tiempo voy tomando mayor conciencia que es este acompañar lo que me hace feliz, y es allí mismo donde felicidad y sufrimiento se dan la mano. Con el tiempo también, que es imposible asumir esto sin una profunda experiencia de encuentro con mis sentimientos, mis preguntas, lo que a mi me pasa. Muchas veces lo escuché, y reconozco como una tentación posible, el riesgo de vivir colgado de las experiencias de otros. Veo sus riesgos y en quienes lo hacen las consecuencias de unos y otros. Ubicarme en la historia, mi propia historia, reconocerla, asumirla, encarnarla finalmente y dentro de lo que uno tiene a su alcance, darle el sentido hacia el cual se siente llamado a vivirla.  
Marzo de 2010

sábado, 21 de agosto de 2010

FÓRMULA DE CONSAGRACIÓN

Dios Padre
Vos me consagraste desde el día de mi bautismo
Y me llamaste por medio de tu hijo Jesús a seguirte más de cerca.
Conducido por el Espíritu Santo
Que es luz, consuelo y fuerza
Yo te entrego todo mi ser,
Sí “todo”,
Maravilloso reflejo fiel de tu creación a imagen Tuya,
Con la carga de humanidad patente
Donde se despliega el misterio de la encarnación.
Haciendo de esta vida un abrazo de tu amor a los jóvenes,
Abrazo contenedor y constituyente,
Confirmatorio y reparador,
Gratuito y de descanso,
Desprejuiciado y enamorado,
Que desarma armaduras,
Que barre distancias,
En el que nos reconocemos necesitados y necesarios.

Octubre de 2008

Castidad

Te amo con todo, desde mi castidad posible, no la ideal. No la que prohibe o limita, no la del dominio, sí la que deja entreveer la profunda necesidad de plenitud e intimidad de vínculos profundos que me abran al amor. Desde esta experiencia de castidad es que vuelvo a hacer profesión de mi ser signo y portador de tu amor para los jóvenes.
Desde mis intensas experiencias al acompañar a tantos
(acá van los nombres de muchos de ustedes);
de ser acompañado por tantos
(acá van los nombres de cuantos de ustedes siempre están más allá de las posibilidades materiales o cercanía física);
de acompañarnos entre nosotros
(acá van los nombres de mis hermanos de comunidad actualmente presentes y también de quienes no están más en la Congregación).  
Octubre de 2008

Nombrar quién soy. ¿Qué es ser salesiano en mi propia existencia, en mi propio yo soy?

Soy Agustín. Atravezado por preguntas que me cuestionan la opción más radical de mi vida. Preguntas a las que le dí lugar en el momento de iniciar un camino de mayor autoconocimiento y encuentro con mi persona, preguntas que de todos modos se hacen evidentes en el florecimiento de sentimientos de incompletud. La vida salesiana va mostrando las espinas que la belleza de las rosas escondía. Uno de repente se encuentra con qué no es ese salesiano ideal que alguna vez proyectó ser, y sin embargo no se resigna a no seguir siéndo generoso y sincero en su vida, más allá de sus fallas personales, egoismo y poca audacia. Sólo me guia una intuición, la de no renunciar a mira a fondo mi vida, mis sentimientos, lo que me pasa. Asumir el proceso de encarnación que el mismo Dios nos reveló. Es el único modo en que aprendo a ser salesiano día a día y el modo en que me permito atender y escuchar la vida de los jóvenes. 

Octubre de 2008

reglas de discernimiento

-Poder expresar todo, sin guardarme nada.
-Comunicarlo, no basta con ir mascuyando uno sólo.
-No clausurar las preguntas.
-Rezar.
-Leer la Palabra de Dios.
-Revisar la propia historia.
-Reparar en los gestos, frases, hechos vividos con los pibes y la gente.
-Atender a los sentimientos, el corazón, el cuerpo, la salud.
-Juzgarse y juzgar benévolamente.
-Confiarse a la gracia de Dios.

Octubre de 2008

POBREZA

Ser Salesiano hoy con 30 años es serlo desde la pobreza.

Es decir, sin la fortaleza de mis ideales y la fuerza de mis 20 años

y con la realidad que se manifiesta pobre sin montajes para escenas.

Se va notando más claramente que soy yo el amado

y no tanto el que ama,

Que sos vos quien me sostiene y no yo quien me sostengo.

No se perdió nada,

Tan sólo que va quedando el actor de carne y hueso

Detrás de las luces y el "corten".

Pobreza,

sentirme necesitado de todo

Y a la vez reconociendo un “ahí” imposible de llenar con nada,

tan sólo tu amor.

Ni la actividad más desenfrenada,

Satisfactoria o desgastante,

Ni las tribulaciones del contexto,

Nada suple esta necesidad de encontrar sólo en vos mi tesoro.


Octubre de 2008

jueves, 19 de agosto de 2010

Eficacia

No sé si en mi acción pastoral soy eficiente o no. Ciertamente no me caracterizo ni por un trabajo alocado con mil frentes, ni frenético, ni con muchos destinatarios. A su vez cada vez más siento que voy de a poco: de a pocas historias, de a modestas concreciones. a veces me persigo por el fantasma del hacer y de la eficacia, pero me consuela el seguir sintiendo mucho amor por lo que hago, por aquellos con quienes me toca compartir la vida.
Te pido Señor no dejar nunca de sentir y experimentar esto, que se trata por sobre todas las cosas de amor. Y sin dudas no se trata de cuánto amor doy yo, sino de cómo has ido preparando mi vida de tal modo que ella se convierte en un don de tu gracia para los demás, a la vez que lo es también para mi. ¡También a vos te amo Señor mío!

La semilla (Mateo 13, 24-30)

Me asusta la cizaña. ¡Quién pudiera arrancarla de modo definitivo y verse librado de ella! Pero el dueño de campo sabe de esta realidad y permite que crezca junto con el trigo. En alguna época más fundamentalista de mi vida (que pudo haber sido en el pasado, puede serlo en el presente respecto de algunos temas, y podrá serlo en el futuro y siempre en determinados aspectos), creía que los cristianos éramos el trigo y el munod la cizaña. Hoy cada vez que oigo esta palabra reconozco que conviven en mí ambas realidades, trigo y cizaña. De allí donde se nutre lo ejor de nosotros mismos también surge lo peor. Por eso es importante no descuidar el campo, como así también amar los lados flacos de nuestra existencia.

domingo, 15 de agosto de 2010

El sentido de pertenencia

Hoy la reflexión me lleva al sentido de pertenecia. Así como algunos hinchas de fútbol esconden sus camisetas y banderas en tiempos de crisis, así también muchas veces me quiero desmarcar de ser identificado como pertenenciente a "cierta" visibilidad de la Iglesia. Por momentos me siento ancho cuendo veo el testimonio de miembros de la Iglesia y la Congregación de quienes estoy realmente orgulloso y que son modelos para mi, tanto personal como comunitariamente. Generalmente los testimonios alentadores no son de kamikases, sino de experiencias de comunidades. Pero para nada me representan ciertos discursos y prácticas dificultando en mí el sentido de pertenencia. Puede resultar incoherente lo que digo, pero no entiendo que el principio de no contradicción defina a la Iglesia. Como escuché decir al obispo Piña, unidad no es uniformidad, y agrego, ser parte de la Iglesia nada tiene que ver con arrancarse la cabeza y el corazón, dejar de lado el pensamiento, los afectos y dejar de dialogar con la realidad. Precisamente está en el reconocimiento de nuestra fragilidad, de nuestro aproximarnos a nuestro sentido de búsqueda, nuestra mayor riqueza y autenticidad como Iglesia discípula de Cristo en el mundo de hoy. Quiero ser poco amigo de esa Iglesia poderosa, que se para del lado del discurso de la Verdad, pretendiendo considerarse su dueña, portadora o comunicadora de la misma. Precisamente quienes más así se posicionan, corren el riesgo de aplastar a los pequeños y sofocar los pequeños brotes nacientes. Tu verdad me hace sombra y me tapa el sol, fuente de vida.
¿Esto significa que estoy por fuera? No, y tampoco lo siento así, aunque determinados discursos insistan en la uniformidad, en no salirse de los límites de cierta ortodoxia, siempre creí y me enseñaron que la Iglesia se construye desde las bases, desde lo pequeño. Jesús empezó con su pequeña experiencia de comunidad, las primeras comunidades cristianas hicieron la suya, Don Bosco en Valdocco. También en mis experiencias pastorales siento que juntos vamos haciendo experiencia de comunidad creyente, desafiada e invitada por la palabra de Dios. Y allí somos Iglesia y Congregación, aún cuando poco se parezca a los altisonantes discursos más notorios de éstas. Resuena en mí el evangelio de la cananea: (Mateo 15:21-28; Marcos 7:24-30) aprender a ser una Iglesia y Congregación que se ubica desde los extremos, donde la extranjeridad, y desde allí saber gritarle a Jesús por los endemoniados atormentados; como la cananea. Saber ser una Iglesia que escucha a quienes desde allí gritan, como los discípulos escuchaban. Aprender a ser una Iglesia, que al igual que Jesús en este pasaje del evangelio, necesita reveer permanentemente sus criterios para dar lugar a los más necesitados.

¡Feliz Cumple Don Bosco!

Letra de Don Bosco 88 

Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.
Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.
Los jóvenes siempre han buscado
un amigo que los quiera amar
Don Bosco en ti ha encontrado
el cariño y la alegría de Dios.

Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.

Con Don Bosco ser salesiano
es un reto que queremos vivir
nueva voz que nos grita adelante
demos fuerza a este gran corazón.
Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.
Juventud vamos todos unidos
que maría la maestra será
hazte humilde fuerte y robusto
y podremos con el caminar.
 
Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.
Juventud hoy comienza la fiesta
por que un sueño se volvió realidad
juventud salta y salta de gozo
y regala al mundo santidad.
Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.
Un corazón tan grande como las arenas del mar
aunque han pasado los años no ha dejado de amar.

Fuente: http://www.musica.com/letras.asp?letra=1810735

sábado, 14 de agosto de 2010

"Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican. Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro."
Mamerto Menapace

Acerca de la felicidad

Animar a otros a seguir la vocación salesiana a la vida consagrada es hacerme la pregunta acerca de la propia felicidad. ¿Soy feliz?
Abiertamente la vida religiosa conlleva una serie de renuncias en las cuales, si se pone el acento, podría radicarse una fuente de insatisfacciones permanentes por principio. Si estas renuncias llegasen a instalarse en el centro de lo que considero mi mayor o menor felicidad podría caer en una encerrona trágica. ¿Sé puede ser feliz cuando  la soledad de no sentir una pareja a nuestro lado se hace manifiesta? ¿O si nuestra curiosidad o pulsión sexual es trunca o insatisfecha? ¿Se puede ser feliz en medio de privaciones o cuando aquello que amamos tanto es dejado atrás en un nuevo destino?
Centrar la mirada aquí me lleva a una única respuesta: ¡No!
Pero es vano asustarse ante la respuesta, pues la que merece ser cuestionada es la pregunta. ¿Está contenida allí la felicidad? Es decir, en procurarme un ejercicio de la autonomía, de la sexualidad libre y responsable, del tener asegurado el sustento y un buen pasar (déjenme plantearlo así aunque sea un juego literario, pero es obvio que ésta es una mirada un tanto reducida de las renuncias propias de la consagración religiosa). Por tanto y volviendo al principio, ¿qué significa contestar el Soy Feliz?
A lo largo de mis años como salesiano podría decir que existieron y existen determinadas experiencias cuya raiz presentan un profundo dolor (enfermedad, muerte, soledad). Inicialmente huía como podía de toda experiencia así. Creia que mi ser salesiano llevaba consigo la invitación al "rostro sonriente y el corazón en mano", excluyendo la posibilidad de que el dolor se encuentre con la sonrisa...
Hoy encuentro que mi mayor felicidad como salesiano es y ha sido que el Señor me concediera poder acompañar a muchos jóvenes en situaciones de dolor. Lejos de pensar en una satisfacción masoquista, pues sabe Dios cuánto dolor y sufrimiento personal se juegan allí, aún cuando mi dolor no es el mismo de quien verdaderamente tiene que llevarlo. Son estas experiencias las que tiraron por la borda todos los recursos de simpatía, dominio de la situación, comprensión de lo que hacer o decir, y por tanto fueron y son las experiencias que expresamente me revelaron como apóstol de los jóvenes. La experiencia no termina allí, al borde de la tumba por así decir, sino en el camino de la noche hacia el  sepulcro abierto al encuentro de Jesús Resucitado.

Apóstoles de quién

Tal vez haya en todo esto un error fundamental: el de considerar la opción por la  vida salesiana consagrada una decisión e iniciativa personal. ¿Dónde queda que la vocación es una iniciativa de Dios,un llamado? Sí, está bien que haya un período de discernimiento, de idoneidad de la persona al llamado, de permanente revisión de las motivaciones, aptitudes y cuantos medios contribuyan a una elección madura. Pero no se trata de un simple proceso de selección de personal. Hay un llamado, un descubrimiento de ese llamado, un planteo radical de lo que implica ese llamado y una desición de seguirlo de cerca. A su vez ese llamado nos llega a través de Apóstoles, es decir, enviados, aquellos que permitieron que la Palabra de Dios y el anuncio del Reino llegara a nosotros. Entonces ¿por qué este temor a una invitación explícita a la propuesta vocacional? ¿Es que creimos que era una invitación a ser como nosotros, que creimos que el sacrificio y la entrega es tan absoluta, exigente y radical que sólo nosotros estamos en condiciones de hacerla? ¿Es que creemos habernos metido en un baile del cual no sabemos como salirnos?¿Es que nos creimos nuestra super-condición supra-humana? ¿Es que nos duele el orgullo de nuestras incoherencias, ante las cuales no estamos dispuestos a implicar a otros cuyas cualidades y actitudes son tan nobles que no quisieramos  dañar? Al final, tal vez no somos ni fuimos apóstoles de nadie sino tal vez de nosotros mismos. Sin querer nos quedamos en el centro y desplazamos a Jesús y su llamado.

jueves, 12 de agosto de 2010

Consejo de Melita

Cierta vez un salesiano mayor me dijo que le hablara de la vocación a los jóvenes y me dejó profundamente cuestionado. ¿Por qué no hago la invitación a vivir la vida salesiana consagrada?¿Por qué si bien veo "buena tela" en muchos jóvenes dejo que surja espontáneamente la inquietud? En definitiva: ¿a qué se debe ésta actitud y este sentimiento que comparto generacionalmente y epocalmente con muchos de mis hermanos salesianos?

La respuesta más sencilla y menos comprometedora es la que dice que la vocación no debe ser sólo entendida a la vida consagrada, y qué sin duda son muchos los jóvenes que se comprometen con el carisma salesiano. Ciertamente que sí, es correcto y alentador pensar de este modo. Pero cierto énfasis en algunos conceptos nos tiene que poner en cuestión aquello no-dicho en lo que decimos, aquello que queda velado en lo que enunciamos y cuya respuesta  nos compromete más. Creo que asumir ese otro costado nos confronta, o al menos a mi me confronta, con la experiencia flagrante del "sufrimiento". Sí, del sufrimiento ante amargas "desilusiones" y "desencantos" que hemos atravezado en nuestra vida consagrada: proyectos truncos, enfrentamientos por posiciones diversas, abandonos. Y sin dudas, lo que ata todo esto de modo más sostenido, es nuestra propia experiencia de muchas desilusiones y desencantos con nuestra propia consagración, aquello que no somos, el ideal que nunca alcanzamos, la también patente manifestación de nuestra humanidad plena que se lleva de los pelos con determinados discursos acerca de nosotros mismos y de lo que somos, que aún siguen vigentes, y que aunque hayan sido develados, puestos de manifiesto y bajo revision, siguen operando en nosotros de modo tal que se nos hace dificil amar nuestra realidad tal como es. Y no hablo de amarla misericordiosamente, como humanidad caida, limitada, que sería algo más de ese mismo discurso que no se termina de ir. Sino de amarla como aquello que es, que somos. Lo otro no existe sino más que para torturarnos.

Algo de estas dos realidades - el concepto amplio de vocación  y el sufrimiento  - confluyen en una no proposición explícita a la vida consagrada. Es paradójico que una determinación aparentemente negativa esté enmarcada de valores todos ellos positivos: "apertura", "evitar el sufrimiento a otros"... pero insisto, acá hay una solución de compromiso que no dá con el asunto de fondo: ¿acaso encontrar una posición a todo esto no nos hace no sólo preguntarnos qué nos pasa , sino también - y es lo que evitamos-  buscar darle una respueta personal? Esbozar esta respuesta, creo, es lo que podrá al fin abrir paso a lo que sigue.