Así comienza el relato: con un niño. Pocas veces como ahora reparé en este detalle. ¡Se trataba de un niño! Sin embargo, será el que reciba de Dios el encargo de anunciar cosas difíciles (Samuel temía contar la visón a Elí). ¡Era un niño!
Cuando veo mi historia vocacional veo que también yo era un niño, tal vez tomado en un sentido de inocencia e ingenuidad: no sabía de grandes dolores, de frustraciones, de tramas desconocidas que la historia venía remontando. Un niño en su capacidad de soñar y creer en lo imposible. Desde su punto de vista (abajo) no percibiría lo que más tarde sí.
Pero este sentirse niño no es algo privativo del pasado, hoy también la lectura de este encuentro me hace ver en mi condición de niño, no tan “inocente y soñador” como aquel otro, pero sí atemorizado, empequeñecido, con necesidad de un padre que lo cobije.
“En aquel tiempo”...que no es más que este, o aquel otro, ayer, hoy y también mañana ...“era rara la palabra de Yahveh”. Tenía muchísimas nociones de catecismo, de sermones de misas y buenos días y buenas tardes de la escuela. Sabía de curas y monjas, de ayudar misa y los detalles para que sea válida. Sabía de ser bueno y su merecida recompensa y de la culpa por no serlo y “hacer las cosas mal (¿?)”. De documentos de la Iglesia a montones y del famoso y “nuevo” catecismo... “era rara la palabra de Yahveh”.
Hoy rondan circulares, aguinaldos, documentos, ratio fundamentalis, directorios. Se habla de los lineamientos de la Iglesia, de la nueva orientación..., de los juegos de poder. Se lamenta la falta de vocaciones, se estudia (¿?) la salida de hermanos de la vida religiosa, se diseñan reestructuraciones, redimensiones, se hacen planes para la formación y no sé por qué, pero me resuena fuertemente en todo esto ...“era rara la palabra de Yahveh”. ¿Cómo escapar de este silenciamiento de la palabra de Dios? Con tantos “amplificadores” de su palabra, estamos necesitando un unplugged que nos permita escucharla mejor.
año 2006
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