Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yaveh. Samuel temía contar la visión a Elí, pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; el respondió: «Aquí estoy.» El preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho?¡no me ocultes nada! Que Dios te haga esto y añada esto otro si me ocultas una palabra de lo que te ha dicho.» Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «Él es Yaveh. que haga lo que bien le parezca.»”
En mi adolescencia siempre concluía la lectura en el versículo 10 “Habla, que tu siervo escucha”, y paradójicamente no escuchaba lo que seguía: al niño Samuel le toca anunciar algo terrible, la condena a la casa de Elí, de quien está a su cargo. El relato nos dice que Samuel “temió” contar lo escuchado, y no es para menos. Los hijos de Elí estaban haciendo las cosas desastrosamente mal. Evidentemente el encuentro con Dios nos revela cosas que deben cambiar. Por eso sólo estar unido a su palabra es lo que nos resguarda de ser como los hijos de Elí, que “eran unos malvados que no conocían a Yahveh” y tampoco escuchaban la voz de su padre. Pero hoy ¿cuándo nos convertimos en los hijos de Elí? ¿Cuáles de mis/ nuestras actitudes nos llevan a vernos reflejados en ellos? Desde la vida religiosa la pérdida de Dios y la conciencia de la misión a la que hemos sido llamados es la principal causa. Sin relación dialogal con Dios, se pierde el sentido profundo de la vocación, la consagración y la misión. Estos personajes se parecen a esos profetas pagos que piensan sólo en ellos y anuncian lo que les conviene y se arreglan con quien les favorece. Hoy los jóvenes hijos de Elí son quienes perdiendo su relación con Dios, siguen a cargo de sus cosas y creen interpretarlo, y conocer lo que Él piensa. Son los que arrancan la ofrenda de las manos a quien sinceramente ofrece a Dios. Es entendible el temor de Samuel: ¿Cómo decirle hoy a estos jóvenes hijos de Elí el daño que hacen a la Iglesia, las congregaciones religiosas, las comunidades inspectoriales y locales? Cómo decirlo cuando a la vez nos une el ser hermanos . ¿Cómo desenmascararle a Elí su propio fracaso? Nosotros que nos consagramos al servicio de los jóvenes más pobres y abandonados, que por ende queremos la vida para ellos, somos muchas veces especialistas en cortar procesos, en destruir jóvenes (jóvenes salesianos y pibes de nuestras obras). Así, de esta manera, la casa de Elí se verá en ruinas. Y ya “ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.” ¿Qué proyecto de redimensión suple reencontrarse con la palabra de Yahveh?
Pero ahí está Samuel, ya no tiene vuelta atrás. Ahora es amenazado por el mismo Elí a decir lo que Dios le confió. Y utiliza el nombre de Dios para presionar al niño. ¡En qué lío se metió Samuel!
año 2006
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