domingo, 12 de septiembre de 2010

Samuel y Yo - 6º parte. Dios sigue llamando insistentemente

“Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Beršeba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh. Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh. Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh.”


Dos dinamismos siguen en marcha: el primero, que Yahveh continuó manifestándose; el segundo, que los hijos de Elí persistían en su mala conducta. Sin duda no es fácil sostenerse en este llamado, pero el relator nos aclara que Yahveh estaba con Samuel, y no dejó caer ninguna de sus palabras. También nos dice que se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh y que la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Es decir, ¿qué hubiera sido de Israel si este niño, que crecía, y se convertiría en hombre, no seguía en diálogo permanente con la palabra de Yahveh y estaba atento a sus indicaciones?

Cuando el lector del Antiguo Testamento, se encuentra con este relato de vocación, ya sea en la antigüedad, ya sea hoy, no puede dejar de ver que estas dos dinámicas se repiten a lo largo de la historia: Dios sigue llamando insistentemente entre nosotros, en la intimidad, proponiendo un diálogo, comprometiendo su asistencia, hombres y mujeres “para realizar una misión.” que refiera a los hombre a Dios; a la vez que se perpetúa el actuar de aquellos que se buscan a sí mismo y lo hacen en nombre de Dios, haciendo mucho daño a su alrededor.

Conclusión


Hacer este trabajo me dejó inquieto. La conclusión no resultó tan grata. Hacia el final del texto elegido me encontré con que estaba diciendo muchas más cosas de las que en un principio pensé iba a decir. Y me quedó a lo largo de varios días la pregunta de si fue encontrarme con la palabra de Dios la que me llevó a esto o se trata más bien de una necesidad de expresar los propios sentimientos.

Ciertamente que la palabra de Yahveh sea rara en nuestros tiempos va generando un vacío en la propia vida, en las estructuras, en las instituciones nacidas inspiradas en ella. Pero gracias a Dios, y a su insistencia seguimos siendo merecedores de "pequeños Samueles " (permítaseme la expresión), que crecen en medio nuestro y nos hacen presente la palabra de Dios.

año 2006

Samuel y Yo - 5º parte. ¡En qué lío se metió Samuel!

“Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «¡Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha!» Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. Ese día cumpliré contra Elí todo cuanto he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Tu le anunciarás que yo condeno su casa para siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha corregido. Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.



Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yaveh. Samuel temía contar la visión a Elí, pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; el respondió: «Aquí estoy.» El preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho?¡no me ocultes nada! Que Dios te haga esto y añada esto otro si me ocultas una palabra de lo que te ha dicho.» Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «Él es Yaveh. que haga lo que bien le parezca.»”



En mi adolescencia siempre concluía la lectura en el versículo 10 “Habla, que tu siervo escucha”, y paradójicamente no escuchaba lo que seguía: al niño Samuel le toca anunciar algo terrible, la condena a la casa de Elí, de quien está a su cargo. El relato nos dice que Samuel “temió” contar lo escuchado, y no es para menos. Los hijos de Elí estaban haciendo las cosas desastrosamente mal. Evidentemente el encuentro con Dios nos revela cosas que deben cambiar. Por eso sólo estar unido a su palabra es lo que nos resguarda de ser como los hijos de Elí, que “eran unos malvados que no conocían a Yahveh” y tampoco escuchaban la voz de su padre. Pero hoy ¿cuándo nos convertimos en los hijos de Elí? ¿Cuáles de mis/ nuestras actitudes nos llevan a vernos reflejados en ellos? Desde la vida religiosa la pérdida de Dios y la conciencia de la misión a la que hemos sido llamados es la principal causa. Sin relación dialogal con Dios, se pierde el sentido profundo de la vocación, la consagración y la misión. Estos personajes se parecen a esos profetas pagos que piensan sólo en ellos y anuncian lo que les conviene y se arreglan con quien les favorece. Hoy los jóvenes hijos de Elí son quienes perdiendo su relación con Dios, siguen a cargo de sus cosas y creen interpretarlo, y conocer lo que Él piensa. Son los que arrancan la ofrenda de las manos a quien sinceramente ofrece a Dios. Es entendible el temor de Samuel: ¿Cómo decirle hoy a estos jóvenes hijos de Elí el daño que hacen a la Iglesia, las congregaciones religiosas, las comunidades inspectoriales y locales? Cómo decirlo cuando a la vez nos une el ser hermanos . ¿Cómo desenmascararle a Elí su propio fracaso? Nosotros que nos consagramos al servicio de los jóvenes más pobres y abandonados, que por ende queremos la vida para ellos, somos muchas veces especialistas en cortar procesos, en destruir jóvenes (jóvenes salesianos y pibes de nuestras obras). Así, de esta manera, la casa de Elí se verá en ruinas. Y ya “ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.” ¿Qué proyecto de redimensión suple reencontrarse con la palabra de Yahveh?

Pero ahí está Samuel, ya no tiene vuelta atrás. Ahora es amenazado por el mismo Elí a decir lo que Dios le confió. Y utiliza el nombre de Dios para presionar al niño. ¡En qué lío se metió Samuel!
año 2006

jueves, 9 de septiembre de 2010

Samuel Y Yo - 4º parte. «Aquí estoy, porque me has llamado.»

“Y corrió donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Pero Elí le contestó: «Yo no te he llamado; vuélvete a acostar,» Él se fue y se acostó. Volvió a llamar Yahveh: «¡Samuel!» Se levantó Samuel y fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar.» Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh. Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio.”



De esta parte del relato se desprenden las siguientes apreciaciones acerca de los distintos personajes. Evidentemente Dios quiere comunicar algo a Samuel y no cesará de intentar ser escuchado atentamente por él. De Samuel, nos queda una imagen siempre intacta de quien más allá de ser llamado reiterada e insistentemente responde con la misma prontitud cada vez. De Elí, que a pesar de demorarse en comprender “da luz sobre lo que ocurre” y sugiere una respuesta adecuada.

El autor nos propone un juego, y nos invita a participar activamente del relato, generándonos un movimiento: a decir nosotros mismos las palabras de Elí. ¿No te dás cuenta Samuel que es Dios el que te habla? Y una vez más, como siempre, percibimos más fácil que Dios tiene que decirle algo a los otros y con dificultad lo que a nosotros nos quiere decir.

En cuanto a la figura de Elí, parece poco atento a lo que sucede, muy centrado en su querer descansar “...vuélvete a acostar”. Ya anteriormente el autor nos lo había presentado “distraído”, equivocando lo que veía frente a sus ojos, “confundiendo” el dolor de Ana, la madre de Samuel, con ebriedad. Este detalle de Elí me hace pensar en el enfriamiento del propio corazón y la falta de reflejo ante lo que Dios va suscitando cerca nuestro: en lo personal, es como haberme acomodado a mirar las cosas de una determinada manera y ver “ebriedad” (atribuir culpa, responsabilidad) en el “dolor” de la gente. Y también como Elí, siento un no poder percibir, entender, porque no estoy en la misma sintonía, la manifestación de Dios a los jóvenes llamados por él. Y si lo hago, pienso tanto en la “crisis” y los problemas inherentes a nuestra vida que callo la propuesta. ¿No será que como Elí mis ojos se van debilitando y ya no puedo ver (v.2)? La altura de la noche que transitamos hace su efecto.

Pero volvamos a Samuel. Dada su atención que le permite oír, y su constancia a acudir con prontitud a cada llamada; y dada la insistencia de Dios, es que finalmente se presentan las condiciones para que se dé el encuentro. No descartamos la mediación de Elí, pues aún con las limitaciones que presentamos en él, supo orientar al niño. Es este un pedagógico y progresivo encuentro con la “revelación” de la palabra de Yahveh. Encuentro y elección que se está gestando desde la misma concepción de Samuel, incluso antes en la súplica de su madre. Leyendo mi propio llamado vocacional también puedo decir cómo Dios se ha ido revelando progresivamente, como al niño Samuel, como al pueblo errante en el desierto hacia el Sinaí, preparando un “encuentro” que selle una Alianza.
año 2006

Samuel Y Yo - 3º parte. Dios llama.

“Cierto día, estaba Elí acostado en su habitación – sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver- no estaba aún apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el santuario de Yahveh, donde se encuentra el arca de Dios. Llamó Yahveh: «¡Samuel, Samuel!» El respondió: «¡Aquí estoy!»,”


No aparece en lo vertiginoso del día, ni en una función litúrgica, tampoco se trata de un sueño o una visión, nos aclara la nota de la Biblia de Jerusalén (Nota al capitulo 3: “Primera revelación que consagra a Samuel como profeta, v 20. no se trata de un sueño, ya que la voz despierta a Samuel, ni de una «visión» más que en un sentido amplio, porque Samuel no ve a Yahveh, únicamente lo oye.”).  Dios llama. El contexto de esta llamada es la intimidad del lecho, imagen que el mismo Jesús destaca y que en muchos salmos recitamos. El autor del relato quiso identificar el mismo con el “santuario”.

También es “la noche” (“Samuel siguió acostado hasta la mañana...”), la misma “noche” que encontró a María Magdalena camino al sepulcro de un Jesús Resucitado, o a los discípulos de Emaús acompañados por un “forastero” que les hablaba.

¿Pero cómo reconocer su voz si antes nunca le había sido revelada la palabra del Señor? Samuel responde «¡Aquí estoy!» pero no es Elí quien lo llama. ¿Cómo reconocer la voz de Dios sin quien nos oriente a descubrir que lo que sentimos en la intimidad de nuestro lecho, en la “oscuridad” de nuestra vida, ayer mi adolescencia, hoy mi juventud, es precisamente la voz de Dios? En el lecho confluye la vida: las preocupaciones cotidianas, los sueños, los desvelos, los temores y angustias, los deseos, las alegrías. ¿Cómo reconocer precisamente allí la voz de Yahveh? Cuando en nuestra vida la noche parece cobrar mayor oscuridad, ¿tendremos a quienes nos hagan reconocer la voz de Dios que nos llama?
año 2006

Samuel Y Yo - 2º parte. En aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh

“Servía el niño Samuel a Yahveh a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh, y no eran corrientes las visiones”

Así comienza el relato: con un niño. Pocas veces como ahora reparé en este detalle. ¡Se trataba de un niño! Sin embargo, será el que reciba de Dios el encargo de anunciar cosas difíciles (Samuel temía contar la visón a Elí). ¡Era un niño!
Cuando veo mi historia vocacional veo que también yo era un niño, tal vez tomado en un sentido de inocencia e ingenuidad: no sabía de grandes dolores, de frustraciones, de tramas desconocidas que la historia venía remontando. Un niño en su capacidad de soñar y creer en lo imposible. Desde su punto de vista (abajo) no percibiría lo que más tarde sí.
Pero este sentirse niño no es algo privativo del pasado, hoy también la lectura de este encuentro me hace ver en mi condición de niño, no tan “inocente y soñador” como aquel otro, pero sí atemorizado, empequeñecido, con necesidad de un padre que lo cobije.


“En aquel tiempo”...que no es más que este, o aquel otro, ayer, hoy y también mañana ...“era rara la palabra de Yahveh”. Tenía muchísimas nociones de catecismo, de sermones de misas y buenos días y buenas tardes de la escuela. Sabía de curas y monjas, de ayudar misa y los detalles para que sea válida. Sabía de ser bueno y su merecida recompensa y de la culpa por no serlo y “hacer las cosas mal (¿?)”. De documentos de la Iglesia a montones y del famoso y “nuevo” catecismo... “era rara la palabra de Yahveh”.
Hoy rondan circulares, aguinaldos, documentos, ratio fundamentalis, directorios. Se habla de los lineamientos de la Iglesia, de la nueva orientación..., de los juegos de poder. Se lamenta la falta de vocaciones, se estudia (¿?) la salida de hermanos de la vida religiosa, se diseñan reestructuraciones, redimensiones, se hacen planes para la formación y no sé por qué, pero me resuena fuertemente en todo esto ...“era rara la palabra de Yahveh”. ¿Cómo escapar de este silenciamiento de la palabra de Dios? Con tantos “amplificadores” de su palabra, estamos necesitando un unplugged que nos permita escucharla mejor.
año 2006

Samuel Y Yo - 1º parte

Fragmentos de un trabajo de Antiguo Testamento

Cuando en la lectura discipular uno va percibiendo cómo cada parte de la Biblia no es más que parte de su misma vida, no puede pasar indiferente o por alto sus páginas, salvo que un frío hostigador desencanto haya herido de muerte la propia fe. Por eso, en tiempos de “vientos fríos” que recuerdan el caos, la confusión y oscuridad del génesis, me es preciso remontarme al momento vital en que Dios dijo: “haya luz”, e hizo en nosotros una nueva creación.


Quiero referirme a los relatos de vocación del antiguo testamento, especialmente al  llamado a Samuel.


SAMUEL Y YO


Elegí el texto de Samuel, o más bien él salió a mi encuentro, a partir de un vínculo afectivo que me une a él desde mi adolescencia. La diferencia con aquella lectura que hacía en mis 15 años es que no reparaba ni en el antes ni en el después de aquella perícopa del 3, 1-10 del primer libro de Samuel: "Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha.»". ¿Qué había sido de este personaje?, ¿en el medio de vaya a saber qué situaciones se fue a encontrar? Pero igual, ya entonces me sentía como el “niño” Samuel diciéndole a Dios: “Habla que tu siervo escucha”.

Hoy pasados unos años, y adentrado en un camino de vida religiosa vuelvo a este texto y su contexto y sus palabras me resuenan de otra manera. Por eso a continuación voy a “releer” y “rezar” este texto dejando concurrir pasado, presente y futuro, dejándolos pasar cuando quieran.
año 2006