viernes, 23 de octubre de 2015

“Tú eres quien provoca todo esto en mi existir”


Llega el final de esta experiencia del Quinquenio. Repaso mi corazón y verdaderamente ha significado un gran regalo haber podido vivir estos días en Ypacaraí. Agradezco profundamente sentir el corazón vivo, que se enciende al acompasarme al ritmo del sentir de mis hermanos y mis propios sentimientos allí dándose la mano. Visité experiencias de fecundidad, de hastío, de búsquedas, de depresión, de alegría, de vitalizantes enamoramiento, de confirmación, de deseos de cambio y superación, de anhelos de una vida más humana, de vínculos  truncos, de fuertes decepciones personales y con otros y otras también, de historias familiares que siguen tejiendo nuestro hoy, de plenitudes y vacíos. Todos espacios Sagrados, en los que Dios se ha resuelto encontrarse  con nosotros.

Estas visitas han significado también para mí el deseo de abrazar todo lo profundamente humano desde esa clave del descubrimiento del paso de Dios por nuestra vida - y es que “cada ser humano es una palabra ambulante de Dios”-  proceso que a la vez se convierte en regalo para mí y para los otros. Creo fuertemente también que los demás también contribuyen  sustancialmente en esa honda vivencia, y que cada quien que se resuelve a dar pasos en el conocimiento de sí, se trasforma en don para los demás. No quiero ser  mezquino o cobarde, no quiero defender ninguna posición o perfil de corrección;  quisiera poder desprenderme de la imagen, que por su puesto nunca refleja lo que la habita.

Si este ejercicio intensivo realizado estos días- que no por intensivo irreal, ya que se fue dando como en la vida de todos los días, en lo cotidiano de las charlas y encuentros, también en el trabajo – fuese moneda corriente en mis prácticas, con sus monedas y pequeños billetes, en la comunidad y entre los jóvenes, con mis propias vivencias, en mi búsqueda de Dios… creo tener allí las claves necesarias para caminar en este tiempo, complejo, de la vida adulta. Deseo, espero, procuraré estar abierto a hermanos que me acompañen, escuchen, confronten, abracen, alienten.   

Ypacarai - 15 de octubre 2015




Revisitándonos

Revisitándome
Hoy me vuelvo a encontrar
Con el que siempre fui
Mas hoy me encuentro acá.
Mi rostro no es igual
Aunque me deja ver
Las marcas en mi piel
De este largo caminar

Revisitándome
No me puedo olvidar
De tu risa también
Que me hizo respirar
Cuando ahogándome
En esa soledad
Supo abrazar mi piel
Y mis heridas.

Todo está en su lugar, pero algo cambia
Lo que no pensé se iba a dar
Hoy es historia.

Las justas más exhaustas hoy son canto de juglar
Más algo en mi murió en cada batalla
Las justas más exhaustas hoy son canto de juglar
Más algo  vive en mí  que hoy  te canta.

Revisitándote
Hoy me vuelvo a encontrar
A quien ya  conocí
Mas hoy estás acá.
Tu rostro no es igual
Y es que me dejas ver
Las marcas en tu piel
De este largo caminar


Revisitándote
No me puedo olvidar
De mi risa también
Que te hizo respirar
Cuando ahogándote
En esa soledad
Supe abrazar tu piel
Y sus heridas

Todo está en su lugar, pero algo cambia,
Quedan rastros de tu andar
Aquí en mi casa

Las justas más exhaustas hoy son canto de juglar
Mas hay algo en vos murió en cada batalla.
Las justas más exhaustas hoy son canto de juglar
Más  algo vive en vos que hoy me canta.

Ypacaraí, 9 de octubre de 2015

“Para descubrir lo que hay… hay que renunciar a ver lo que no hay”



Próximo a cumplir mis 38 años me encuentro con el regalo de unos días de descanso junto con otros salesianos de distintos puntos de América del Sur. Sin dudas un  gran regalo. El día hoy se presenta lluvioso y ligeramente fresco en relación a las temperaturas comunes en esta geografía. La consigna hoy es jugar a escribir el guion de la película que ya se rodó en estos años, intentando que el mismo dé cuenta con  profundidad lo que en el corazón de su personaje central fue aconteciendo: qué gestó, qué experiencias lo fueron marcando, fortaleciendo, resguardando, vulnerabilizándolo, en fin… toda la gama de sentimientos y experiencias humanas necesarias para poder dar cuenta con riqueza de todo lo vivido. Ese personaje soy yo.



Dividir este relato en capítulos por comunidades puede ser una forma de ordenar y ubicar algunos episodios significativos, más guarda el riesgo de “interrumpir” no intencionalmente lo que en verdad es un continuo y de ese modo velarlo. Advirtiendo de ese posible riesgo, inicio este relato, también desprendiéndome de una intencionalidad lineal, la cual temo pueda obstaculizar el fluir de lo que hoy se me vengan como pensamientos “ineludibles” a los cuales darles la bienvenida.

No me considero una persona osada o bien provocadora. Más bien por mi contexto familiar y educacional de la infancia y adolescencia podría decir que me formé con cierta mentalidad conservadora. Pero ensayando otro relato de mi mismo, veo que en la adolescencia la participación de una experiencia de Iglesia llamada mallín, fue, para lo que era la época la irrupción de un relato que llegaba para escribir una nueva configuración de la historia, reubicando lo religioso, lo humano y lo social (en referencia al contexto eclesial y la época). Es decir, si desde lo personal no me considero de esas personas que van a romper el molde, mi pertenencia a diversos colectivos humanos de alguna manera hicieron lo que individualmente no me considero capaz de hacer.

Hoy esa experiencia la vivo desde mi comunidad salesiana, desde la Confar La Pampa, desde vínculos en complicidad con buscadores y buscadoras que la vida me puso en el camino, religiosos y laicos, creyentes y no creyentes.

Sin quererlo me veo, junto a otros y otras, encarando procesos “revolucionarios” en cuestión de paradigmas -hablo de las revoluciones de a pie - no sin temor, no sin respeto… no sin el tormento de la angustia por lo que aún no existe en ninguna parte pero reclama desde lo profundo de lo social, de mi corazón, de mis precarias y provisorias convicciones hechas junto a otros. Digo tormentosas porque así lo son: sea porque tomando conciencia de su necesidad no me atrevo a provocarlas, sugerirlas, animarlas, y eso pincha adentro como angustia de culpa, de compromiso ético… sea porque es seguro aquello que hay, lo que se viene haciendo y no así lo que aún no sabemos y esperamos alcanzar… digo además porque en la búsqueda por ser querido y aceptado muchas veces me veo entre la espada y la pared del temor a perder el afecto de aquellos con quienes camino.

Claves para transitar estas travesías han sido: vivir intensamente el camino, apasionándome (pasión gozo y pasión sufrimiento-padecimiento). Compartirlo con mis hermanos, amigos y aquellos a quienes descubro cómplices de este andar. Desde lo evangélico: convertirme a los golpes, y lo digo de esa manera, porque aunque suene feo es así, a los golpes… al Reino que propone Jesús: eso implica aprender un nuevo modo de leer la Palabra, desaprendiendo otros que forman parte de mi matriz formativa, atravesadas por lo moral, una espiritualidad desencarnada, y hasta cierta “irracionalidad” -igual aclaro que esta palabra no me gusta, porque en parte en la vida todo, de algún modo, lleva una cuota de irracionalidad, y es allí donde ganan otras lógicas como la intuitiva, el amor, y hasta cierta certeza indubitable que bien podría ser catalogado como grosero error-. Irracionalidad más en los términos que lo dice Álvarez Valdez al referirse que muchas veces se nos invitó a una lectura bíblica en la que para poder continuar era preciso arrancarse la cabeza y desprenderse de todo otro conocimiento que las ciencias y la cultura de nuestros días nos han regalado. Convertirme al Reino aprendiendo sus claves de lo marginal, lo pequeño, lo silencioso, lo inclusivo ( y no desde meter adentro de, sino de saberse parte de algo aún más grande)… también lo contracultural, lo denunciante, lo profético. Desde la psicología, capital de conocimiento desde el que me formé en estos años: descolonizando ciertos paradigmas interpretativos hegemónicos que pretenden explicarlo todo, reconociendo su riqueza pero haciéndola dialogar con la singularidad de cada quien, como así también de cada comunidad y su contexto. Proponiendo una praxis desde lo comunitario y preventivo que bien supieron darse un abrazo con el riquísimo capital de nuestra herencia Salesiana, el sistema preventivo de Don Bosco, también leído con las necesarias adaptaciones de nuestro tiempo y entendiendo el contexto socio-histórico-político en el que fue ideado por él, como así también las influencias en su formación. Desde lo humano, un ir aprendiendo a leer el libro de la vida: escucharme desde los gozos, las tensiones, los dolores. Atender a la apatía, el desgano, el enojo, la adicción, la ansiedad, el entusiasmo. Valorar mis raíces, mi manera de ser, mi sentido del humor y la imaginación, hasta mi ingenuidad y falta de perspectiva de muchas cosas. Pero sobre todas las cosas la disposición a aprender a quererme, aceptarme, esperarme, divertirme y valorarme, que no es una tarea sencilla.  

viernes, 14 de octubre de 2011

La edad de Cristo


A punto de dejar los 33 me viene dando vuelta un pensamiento fruto de desvelos, intentos y fracasos varios, a la vez que de experiencias de descubrimiento y aprendizaje en lo cotidiano:

Apesumbrado por la no explicitación de Dios y Jesús a los pibes y a las personas en general me vino no sé de dónde cierta preocupación por “tener” que hacerlo (¿cierto mandato implícito de lo que el rol indica debo hacer?). 

Sin embargo, el contexto epocal me muestra al concepto de Dios fuertemente degradado por la lógica capitalista del consumo, por la ridiculización de la figura del creyente, por la imposición de los discursos fanatizados y culpógenos de ciertas predicaciones de iglesias varias y cultos  de todo tipo. Dios sosteniendo posicionamientos  hegemónicos con pretensión de verdad absoluta, por encima del diálogo y la construcción humana colectiva. 

Rechazo esa resonancia / estruendo del nombre de Dios. Y entiendo que hoy ese nombre  ha decidido decididamente una vez más, como siempre en la historia, correrse a los bordes, a Nazaret, a Valdocco, a la brisa suave y no al terremoto ni el fuego devorador y los vientos huracanados de las enunciaciones de Dios. Allí siento me has salido al encuentro. Bajado de tu nombre mismo. Subido a la historia nuestra. 

El Señor le ordenó:
   —Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí.
   Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva.
   Entonces oyó una voz que le dijo:
   —¿Qué haces aquí, Elías?”
1 Reyes 19:11-13



domingo, 12 de septiembre de 2010

Samuel y Yo - 6º parte. Dios sigue llamando insistentemente

“Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Beršeba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh. Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh. Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh.”


Dos dinamismos siguen en marcha: el primero, que Yahveh continuó manifestándose; el segundo, que los hijos de Elí persistían en su mala conducta. Sin duda no es fácil sostenerse en este llamado, pero el relator nos aclara que Yahveh estaba con Samuel, y no dejó caer ninguna de sus palabras. También nos dice que se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh y que la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Es decir, ¿qué hubiera sido de Israel si este niño, que crecía, y se convertiría en hombre, no seguía en diálogo permanente con la palabra de Yahveh y estaba atento a sus indicaciones?

Cuando el lector del Antiguo Testamento, se encuentra con este relato de vocación, ya sea en la antigüedad, ya sea hoy, no puede dejar de ver que estas dos dinámicas se repiten a lo largo de la historia: Dios sigue llamando insistentemente entre nosotros, en la intimidad, proponiendo un diálogo, comprometiendo su asistencia, hombres y mujeres “para realizar una misión.” que refiera a los hombre a Dios; a la vez que se perpetúa el actuar de aquellos que se buscan a sí mismo y lo hacen en nombre de Dios, haciendo mucho daño a su alrededor.

Conclusión


Hacer este trabajo me dejó inquieto. La conclusión no resultó tan grata. Hacia el final del texto elegido me encontré con que estaba diciendo muchas más cosas de las que en un principio pensé iba a decir. Y me quedó a lo largo de varios días la pregunta de si fue encontrarme con la palabra de Dios la que me llevó a esto o se trata más bien de una necesidad de expresar los propios sentimientos.

Ciertamente que la palabra de Yahveh sea rara en nuestros tiempos va generando un vacío en la propia vida, en las estructuras, en las instituciones nacidas inspiradas en ella. Pero gracias a Dios, y a su insistencia seguimos siendo merecedores de "pequeños Samueles " (permítaseme la expresión), que crecen en medio nuestro y nos hacen presente la palabra de Dios.

año 2006

Samuel y Yo - 5º parte. ¡En qué lío se metió Samuel!

“Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «¡Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha!» Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. Ese día cumpliré contra Elí todo cuanto he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Tu le anunciarás que yo condeno su casa para siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha corregido. Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.



Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yaveh. Samuel temía contar la visión a Elí, pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; el respondió: «Aquí estoy.» El preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho?¡no me ocultes nada! Que Dios te haga esto y añada esto otro si me ocultas una palabra de lo que te ha dicho.» Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «Él es Yaveh. que haga lo que bien le parezca.»”



En mi adolescencia siempre concluía la lectura en el versículo 10 “Habla, que tu siervo escucha”, y paradójicamente no escuchaba lo que seguía: al niño Samuel le toca anunciar algo terrible, la condena a la casa de Elí, de quien está a su cargo. El relato nos dice que Samuel “temió” contar lo escuchado, y no es para menos. Los hijos de Elí estaban haciendo las cosas desastrosamente mal. Evidentemente el encuentro con Dios nos revela cosas que deben cambiar. Por eso sólo estar unido a su palabra es lo que nos resguarda de ser como los hijos de Elí, que “eran unos malvados que no conocían a Yahveh” y tampoco escuchaban la voz de su padre. Pero hoy ¿cuándo nos convertimos en los hijos de Elí? ¿Cuáles de mis/ nuestras actitudes nos llevan a vernos reflejados en ellos? Desde la vida religiosa la pérdida de Dios y la conciencia de la misión a la que hemos sido llamados es la principal causa. Sin relación dialogal con Dios, se pierde el sentido profundo de la vocación, la consagración y la misión. Estos personajes se parecen a esos profetas pagos que piensan sólo en ellos y anuncian lo que les conviene y se arreglan con quien les favorece. Hoy los jóvenes hijos de Elí son quienes perdiendo su relación con Dios, siguen a cargo de sus cosas y creen interpretarlo, y conocer lo que Él piensa. Son los que arrancan la ofrenda de las manos a quien sinceramente ofrece a Dios. Es entendible el temor de Samuel: ¿Cómo decirle hoy a estos jóvenes hijos de Elí el daño que hacen a la Iglesia, las congregaciones religiosas, las comunidades inspectoriales y locales? Cómo decirlo cuando a la vez nos une el ser hermanos . ¿Cómo desenmascararle a Elí su propio fracaso? Nosotros que nos consagramos al servicio de los jóvenes más pobres y abandonados, que por ende queremos la vida para ellos, somos muchas veces especialistas en cortar procesos, en destruir jóvenes (jóvenes salesianos y pibes de nuestras obras). Así, de esta manera, la casa de Elí se verá en ruinas. Y ya “ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.” ¿Qué proyecto de redimensión suple reencontrarse con la palabra de Yahveh?

Pero ahí está Samuel, ya no tiene vuelta atrás. Ahora es amenazado por el mismo Elí a decir lo que Dios le confió. Y utiliza el nombre de Dios para presionar al niño. ¡En qué lío se metió Samuel!
año 2006

jueves, 9 de septiembre de 2010

Samuel Y Yo - 4º parte. «Aquí estoy, porque me has llamado.»

“Y corrió donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Pero Elí le contestó: «Yo no te he llamado; vuélvete a acostar,» Él se fue y se acostó. Volvió a llamar Yahveh: «¡Samuel!» Se levantó Samuel y fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar.» Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh. Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio.”



De esta parte del relato se desprenden las siguientes apreciaciones acerca de los distintos personajes. Evidentemente Dios quiere comunicar algo a Samuel y no cesará de intentar ser escuchado atentamente por él. De Samuel, nos queda una imagen siempre intacta de quien más allá de ser llamado reiterada e insistentemente responde con la misma prontitud cada vez. De Elí, que a pesar de demorarse en comprender “da luz sobre lo que ocurre” y sugiere una respuesta adecuada.

El autor nos propone un juego, y nos invita a participar activamente del relato, generándonos un movimiento: a decir nosotros mismos las palabras de Elí. ¿No te dás cuenta Samuel que es Dios el que te habla? Y una vez más, como siempre, percibimos más fácil que Dios tiene que decirle algo a los otros y con dificultad lo que a nosotros nos quiere decir.

En cuanto a la figura de Elí, parece poco atento a lo que sucede, muy centrado en su querer descansar “...vuélvete a acostar”. Ya anteriormente el autor nos lo había presentado “distraído”, equivocando lo que veía frente a sus ojos, “confundiendo” el dolor de Ana, la madre de Samuel, con ebriedad. Este detalle de Elí me hace pensar en el enfriamiento del propio corazón y la falta de reflejo ante lo que Dios va suscitando cerca nuestro: en lo personal, es como haberme acomodado a mirar las cosas de una determinada manera y ver “ebriedad” (atribuir culpa, responsabilidad) en el “dolor” de la gente. Y también como Elí, siento un no poder percibir, entender, porque no estoy en la misma sintonía, la manifestación de Dios a los jóvenes llamados por él. Y si lo hago, pienso tanto en la “crisis” y los problemas inherentes a nuestra vida que callo la propuesta. ¿No será que como Elí mis ojos se van debilitando y ya no puedo ver (v.2)? La altura de la noche que transitamos hace su efecto.

Pero volvamos a Samuel. Dada su atención que le permite oír, y su constancia a acudir con prontitud a cada llamada; y dada la insistencia de Dios, es que finalmente se presentan las condiciones para que se dé el encuentro. No descartamos la mediación de Elí, pues aún con las limitaciones que presentamos en él, supo orientar al niño. Es este un pedagógico y progresivo encuentro con la “revelación” de la palabra de Yahveh. Encuentro y elección que se está gestando desde la misma concepción de Samuel, incluso antes en la súplica de su madre. Leyendo mi propio llamado vocacional también puedo decir cómo Dios se ha ido revelando progresivamente, como al niño Samuel, como al pueblo errante en el desierto hacia el Sinaí, preparando un “encuentro” que selle una Alianza.
año 2006